Reproducimos, por su interés humano y cristiano, una entrevista aparecida
en la revista "Mundo Negro", al periodista Nicolás Castellano, con
motivo de la presentación de su libro "Me llamo Adou", cuyo
protagonista es un niño de Costa de Marfil, Adou Ouattara, que apareció
escondido en una maleta en la frontera del Tarajal.
"ME LLAMO ADOU"
Después de contar en espacios informativos hasta la última coma de la
odisea que llevó a un niño a intentar atravesar nuestra frontera metido en una
maleta, el periodista Nicolás Castellano ha ahondado en esta historia en Me llamo Adou. El libro es la excusa.
Como mar de fondo, y esto es una redundancia, están el Mediterráneo, las
políticas migratorias de la UE y los que intentan llegar a nuestra tierra.
Por Javier Fariñas Martín y Javier
Sánchez Salcedo
¿Por
qué escribir sobre Adou?
Porque Adou es el reflejo de
muchas injusticias que se están cometiendo con muchas familias migrantes en el
mundo rico. Tras esa imagen impactante que dio la vuelta al mundo, la de un
niño metido en una maleta, hay una persona, hay una familia sometida a todas
estas trabas burocráticas que provocaron que Adou apareciera ahí. Que aparezca
en una maleta no es una fatalidad, es la consecuencia de haberle cerrado todas
las puertas, no les dejamos vías legales y seguras para venir, de ahí tanta
muerte en el Mediterráneo en los últimos 35 años. Hace unos meses leía en New
York Times, en un reportaje sobre los cadáveres encontrados en la frontera
sureste entre México y Estados Unidos, que se habían registrado entre 2001 y
2016 más de 6.500 muertes, muchas más que en los atentados del 11-S y el
huracán Katrina juntos. Muchas veces tenemos que recurrir a estas
comparaciones, tenemos que contrastar la imagen con una tragedia con la que nos
identificamos, como un accidente aéreo, con el que todo el mundo queda
impactado, pero en el Mediterráneo todos los días hay accidentes aéreos por el
número de víctimas.
Como
periodista ya había contado la historia, ¿por qué el libro?
En los medios de comunicación
se ha impuesto una factura de producción de noticias cada día más corta, con
menos contexto, más digerible. Nos han hecho creer que la información es
simple, que es un titular y 140 caracteres; pero la información no es eso. Hay
más información que nunca sobre refugiados e inmigrantes, pero ¿la gente sabe
qué está pasando con ellos? ¿La gente quiere saber? Creo que es necesario hoy,
en este mundo de migraciones forzosas y de migraciones económicas
irremediables, ir más allá de la evidencia o de la simpleza. La gente no se
mueve porque se muera de hambre: sabemos que la gente que vive una hambruna o
está en situación de crisis nutricional intenta sobrevivir en su país o se
refugia en el de al lado, no es el perfil del que viene aquí. Pero el
estereotipo dice que la gente viene porque muere de hambre, porque huye de la
guerra, etcétera, etcétera. O por el efecto llamada de las parabólicas, los
coches de lujo y la buena vida, que son lugares comunes con los que se pretende
explicar la inmigración. De tanto poner el apellido inmigrante irregular, menor extranjero no acompañado, refugiado o
solicitante de asilo, hemos cosificado a la gente. No hay una persona sin papeles.
No hay una persona en situación irregular. Son individuos sujetos de derecho.
¿Cómo
es la calidad de la información sobre los inmigrantes?
Hay
mucha información de calidad desde nuestro lado del muro, pero no desde el otro
lado. Hemos construido un muro físico, jurídico y mental tan elevado que no
vemos lo que hay al otro lado: la situación de Libia, Nigeria, Eritrea, Somalia
o Gambia. Si preguntaras a la gente de dónde viene la mayor parte de la gente
que rescatamos en el Mediterráneo, la gente diría que de Siria o Irak, y no es
verdad. La primera nacionalidad es Nigeria, donde hay una particularidad en el
noreste con Boko Haram, pero también hay una enorme desigualdad en el país, con
un crecimiento desigual, con gente fuera del carril de la prosperidad en Lagos
y en las grandes ciudades. A eso me refiero. ¿Hay información? Sí. ¿Hay
cantidad de información? Sí, pero lo que falta es intentar explicar las causas
de la inmigración. Uno no se convierte en inmigrante o refugiado cuando pisa un
barco de salvamento o una playa europea, sino en el momento en el que sale de
su casa forzosamente.
¿Falta
interés en los medios o en la opinión pública?
Creo
que en la opinión pública hay un interés creciente. Hoy hay mejor información
en castellano sobre África que hace años. Hay muchos compañeros, no entre los
medios convencionales, que ofrecen buen material y que están peleando para que
África sea visible. No soy positivo en cuanto a los medios convencionales,
porque cuando hay una hambruna, un naufragio o un pico de llegada de
inmigrantes a la costa sí giran el cuello hacia la zona, pero no hay una
apuesta informativa por África. Pero, ¿cómo dejas de contar un continente con
más de 1.000 millones de personas? Por eso, cuando empiezan a llegar
nigerianos, cuando empiezan a reproducirse problemas derivados de la trata de
mujeres, no nos enteramos de nada. África va a acabar siendo un eje importante
del mundo. África va a marcar el futuro a la vieja Europa y a la vieja América.
¿Y dónde vamos a estar los medios?
Luis García Montero, en el
prólogo de su libro, dice que estamos acostumbrados a ver de todo, pero que no
somos conscientes de lo que ocurre al otro lado de la frontera.
Luis
García Montero se refiere a que nos hemos acostumbrado a la imagen dramática, a
que lo hemos visto todo: naufragios, cadáveres de niños como Aylan Kurdi, gente
colgada de la valla, gente que se cae y se queda parapléjica, pero casos como
el de Adou te demuestran que no lo hemos visto todo y que hemos convertido
Europa en una especie de jaula dorada donde se ha impuesto el discurso público
de que los inmigrantes no pueden venir.
El
presidente de Frontex ha dicho que las ONG que están sacando a gente del
Mediterráneo están haciendo el trabajo a las
mafias.
Volvemos
a los migrantes y refugiados una vez que están dentro de la barca. No vemos ni
el antes ni el después. Solo vemos la barca y la playa. Frontex, que es la
Agencia Europea de Control de Fronteras, es un entramado enorme, porque la
inmigración irregular es un gran negocio para las empresas privadas de
vigilancia. Estamos alimentando un gran negocio y estamos alimentando a las
redes clandestinas que se benefician de que no haya puertas de entrada legales.
Si la gente tuviera la oportunidad de pedir visados en sus países de origen, si
hubiera otra puerta de entrada, no existiría la inmigración clandestina, no
existirían las mafias, que son la excusa favorita de los políticos cada vez que
ocurre un naufragio: echar la culpa a las mafias y no a las políticas que han
hecho posible eso. Y Frontex es un ejemplo perfecto: sigue aumentando el
presupuesto cada año, sigue legitimando el discurso militar y securitario
frente al discurso de los derechos humanos. Gastamos en el negocio del control
de fronteras y no hacemos absolutamente nada para que la gente no tenga la
necesidad de embarcarse de esa manera.
En su libro se refiere al
concepto ‘violencia legislativa’. ¿Es la gran silenciada de todo este proceso?
Creo
que sí. Estamos acostumbrados a ver la inmigración a través de una patera, y
nos olvidamos de que los inmigrantes ya están aquí desde hace mucho tiempo,
intentan hacer su vida aquí… En el caso de Alí, el padre de Adou, llegó a
España en 2005. Y aquí llegamos a otro de los conceptos favoritos de los políticos:
la integración. ¿Cómo te vas a integrar si el entramado legislativo te obliga a
estar separado de tu mujer, de tus hijos o a educar desde un locutorio, por
teléfono? A un inmigrante que pretende vivir con su familia, además de los
requisitos del trabajo, la residencia, de no tener antecedentes penales, le
ponemos un criterio económico basado en el IPREM (Indicador Público de Renta de
Efectos Múltiples). Cuando quieres traer a un miembro de la familia te exigen
un tanto por ciento del IPREM más ‘x’. Después de muchos recursos a la
Administración, la mujer y la hija de Alí pudieron venir, pero el recurso por
el pequeño Adou le fue rechazado. Para reagrupar al tercer miembro de la
familia le faltaban 56 euros al mes en la nómina. El funcionario pensó que ese
era el argumento para negar la reagrupación, cuando la ley dice que se minorará
el criterio económico en beneficio del interés del menor. La historia de Adou
termina con esa imagen brutal porque tuvo que recurrir a una red clandestina,
pagar 5.000 euros… y acabar en una maleta. Si ese niño llega a morir, ¿quién
sería el culpable? ¿El padre? ¿La red clandestina? ¿El que no interpretó bien
la ley? ¿La legislación europea?
¿De
dónde viene esta violencia legislativa?
Se
ha impuesto el discurso del rechazo. La sociedad tiene empatía y un sentimiento
de piedad ante sucesos dramáticos, pero como dice Luis García Montero en el
prólogo del libro, es una piedad líquida, se diluye. Esa misma sociedad piadosa
con el drama, cuando hay que ir a las elecciones y votar no repara en ello.
Todos hemos asimilado, incluso la izquierda, que hay que tener un discurso
restrictivo en materia de inmigración porque eso da votos, y eso te lo dicen
muchos responsables de partidos de izquierda. ¿Por qué permitimos que haya
centros de internamiento de extranjeros? ¿Por qué permitimos redadas racistas?
Estamos permitiendo todo. Es muy fácil culpar a la ultraderecha, a los
partidos, pero en España pasó lo del Tarajal, donde murieron 15 personas, y no
vi la movilización ciudadana. Para mí el reto es cambiar el discurso. Este no
es el relato de unos contra otros, ni es el relato de un peligro que acecha
nuestras fronteras, ni que nuestras fronteras tienen que ser defendidas.
Nuestra frontera no puede ser un espacio de ‘no derecho’.
¿Existe
riesgo de espectacularizar esta realidad en los medios de comunicación?
Cada
vez más, la información es entretenimiento. Lo importante es tener un enviado
especial en un sitio, lo importante es tener al muñeco en la playa, y que la
playa se vea de fondo. Me pregunto por qué es tan cool enviar periodistas a las
islas griegas y no enviar a los mismos periodistas a la valla de Ceuta y
Melilla. ¿Qué pasa, que no queremos ver las violaciones de derechos humanos que
cometemos en nuestro territorio y que estamos legitimando con nuestro silencio?
Los medios se tienen que enfrentar a este debate, y la audiencia también.
¿Cuántos muertos tienen que producirse en un naufragio para que salga en los
medios? A lo mejor tenemos que informar de otra manera. A lo mejor tenemos que
cambiar el relato porque ese discurso aburre, y yo creo que ese es nuestro
reto, cómo contar esto de forma diferente para que a la gente le resulte
interesante.
Además,
nuestra frontera con Marruecos es una de las más desiguales del mundo. Mostrar esa
diferencia no siempre gusta.
Ese
es un debate interesante. Me gustaría muchas veces pulsar la opinión de la
gente sobre esto. ¿Por qué eres solidario con los que llegan a Grecia y no con
los del Tarajal? España y Marruecos comparten la frontera más desigual del
mundo en cuanto a renta per cápita. A Marruecos, que ha mejorado mucho en los
últimos años, le hemos subcontratado la vigilancia de nuestras fronteras, y
cuando digo nosotros me refiero a España y a la Unión Europea (UE). Les pagamos
grandes sumas para que hagan el trabajo sucio, para que hagan de gendarmes de
la UE, porque el gran interés no es que no lleguen, no es que no mueran, sino
que se mueran lejos, que la foto no se produzca en una playa griega o española,
y que no se genere polémica política, porque si mueren lejos… Y ese es el gran
cinismo. Debemos tener una buena relación con ellos para que nos paren la
llegada de migrantes y refugiados; es nuestro gendarme. ¿Qué pasa? Vuelvo al
discurso legitimador del ‘no’ al inmigrante y al refugiado. Nuestras fronteras
hay que defenderlas. Al final, la conclusión es que estamos en guerra contra
los migrantes. Nuestras medidas ante la inmigración son militaristas y
securitarias y las consecuencias de nuestra guerra contra los migrantes son más
de 40.000 muertos desde 1991 en las rutas terrestres y marítimas hacia Europa.
Basta de admitir que la gente se muera intentando llegar a Europa, basta de
cruzarnos de brazos. La historia nos juzgará dentro de unos años cuando, con
perspectiva, esto se vea y se contemple la cantidad de muertos: 5.000 el año
pasado, mil y pico este año… No hay lugar en el planeta que acumule 5.000
muertos en los últimos años en sus fronteras, y Europa los tuvo solo en un año.
No hay un lugar más mortífero en el mundo que Europa. Que la gente se muera
camino de Europa no es una fatalidad, es consecuencia de una decisión política.
En el prólogo, Luis García
Montero se pregunta qué clase de mundo estamos construyendo. Puede responderle
desde aquí.
Eso
me pregunto yo. ¿Qué clase de mundo estamos construyendo cuando permitimos
esto? ¿Qué clase de mundo hemos construido cuando permitimos dos categorías de
personas, nosotros y ellos? Y si ellos son inmigrantes africanos, o de otros
orígenes, aceptamos que tienen menos derechos que nosotros, aceptamos que
tienen más restricciones que nosotros, que deben tener restricciones de viaje,
de movimiento. ¿Cómo hemos aceptado esto? Porque al final lo hemos aceptado, no
hay una movilización en contra. Hay una parte de la sociedad civil movilizada,
pero no hay un sentimiento generalizado de injusticia. Hay otros ámbitos, la
lucha contra la violencia de género o la lucha contra la igualdad, que han sido
luchas de siglos, y hasta hace poco no se ha conseguido que la mujer votara, ni
que la mujer tuviera los mismos derechos, y hoy lo han conseguido. Todavía hay
muchos países donde el reto está por delante, pero en el mundo rico se están
alcanzando las cuotas. Falta mucho por hacer, pero se están alcanzando algunas
metas. Mi esperanza es que en materia de extranjería y migración, de
esclavitud, de mano de obra forzosa, o de trata, a medio plazo todos aceptemos
que nos hemos equivocado, y que hemos fracasado como sociedad y como colectivo
con las políticas de inmigración, y que necesitamos un cambio. Necesitaremos
más o menos tiempo, pero al final nos daremos cuenta.
Video de la entrevista completa en este
enlace: